Del
cielo bajó una estrella
porque
el cante se moría.
Su
voz resonó con fuerza
y al fandango
le dio vida
Dolores
la de la Huerta.
Araceli
de mi alma,
a
Ti te quiero de veras,
que
al ver cómo te rezaba
pusiste
a mi mare buena
cuando
en la agonía estaba.
Por
su culpa, una condena
no
me dolió padecer.
Mas
no mereció la pena
-qué
falso fue su querer-
dejar
mi mare por ella.
Dolores
puso la piedra;
Cayetano,
el corazón;
el
Rivas, la gracia plena
y
de esta forma nació
el
fandango de Lucena.
Máximo López Jiménez
Látidos
Premio Manuel Machado 2017
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